Narra (_______)
-No volveremos tarde tesoro.- dice mi
madre poniéndose el abrigo.
-Pórtate bien con tu hermana, Alex.-
le dice mi padre a mi hermano pequeño.- Y (____) a las 10 que esté
en la cama.- mi hermano pareció entenderle así que torció el
gesto, pero después siguió jugando con su castillo de bloques de
leggo.
-¿A qué hora volvéis?.- pregunto.
-La película terminará a las 11 y
después daremos una vuelta por la ciudad.- sonrió mientras mi madre
se retoca el maquillaje, hacía tiempo que no salían.
-¿A qué hora se va tu amigo?.- dice
mi padre ya en la puerta.
¿Amigo?, ese gusano de pelo amarillo
no se acerca en nada a lo que se puede llamar, “amigo”.
-Son las 9, estará al llegar y no sé
cuando se irá.- contesto y maldigo mentalmente a mi estúpida
profesora de literatura y al estúpido trabajo de Cervantes.
Mis padres se marchan y me quedó
preparando el portátil y todos los posibles apuntes que vayamos a
necesitar para el trabajo. Mi hermano sigue con sus juegos pero en
uno de los descuidos coloca mal una de las piezas rojas, al parecer
la más grande e importante, a causa de ello, todo el castillo se le
derrumba.
Me acerco a él tranquilamente, pues sé
como reaccionará. Se lleva sus pequeñas manitos a los oídos y
empieza a gritar y respirar con dificultad. Tiene sólo 6 años y
padece autismo. Y estas reacciones son demasiado comunes en él. Por
un momento me arrepiento de no haberle estado ayudando con el
castillo para que no se le haya caído, podría haber evitado el
derrumbe.
Agarro la pieza roja con una mano y con
la otra recorro el cabello de Alex con delicadeza.
-No pasa nada mi amor.- le tiendo la
pieza y él aparta sus manos de los oídos.- ¿ves?, se puede volver
a colocar.- y ojala todo en la vida fuera tan fácil como colocar esa
inútil pieza.- ¿lo intentamos campeón?.- él me asiente y deja de
gritar.
La vuelve a colocar y empieza a
construir de nuevo el castillo. Me quedo un rato con él, viéndole
feliz, cuesta mucho conseguir esa oportunidad en mi hogar.
Faltan 3 minutos para las 9 y media y
ese inútil de la zona más rica de la ciudad está al llegar. Le
pongo una película de dibujos a Alex en nuestro cuarto, no para
ocultarlo del idiota, si no porque se altera siempre con las visitas
y más si nunca ha visto al invitado.
Alex se queda atónito con Bambi y
escucho la puerta. Bajo las escaleras y en un movimiento involuntario
me coloco bien el pelo y la ropa. Abro la puerta y recibo a un tio
enfundado en un polo rojo de marca y unos pantalones vaqueros el
doble de caros que 10 de mis prendas de ropa. Se quita las ray-ban
negras y marca una sonrisa ladeando la cabeza.
-Pasa.- digo sin ganas apartándome.
-Bonita casa.- dice al llegar a mi
salón, deja sus cosas en la mesa y parece observarlo todo con
detenimiento.
-Gracias.- sí, seguro, tanto cómo tu
mansión. Su casa… que digo su casa, estoy segura de que todo su
salón es de grande como mi casa.
Sin decir muchas palabras más
empezamos a ocuparnos del trabajo de literatura.
Narra Niall
Aparco el BMW en la puerta que lleva en
número que me indicó (_____). Todas las casas parecen ser
exactamente iguales. Se nota que el barrio es de la gente de clase
media, humildes para ser más exactos.
Toco a la puerta y espero unos cuantos
segundos antes de que ella abra. Cuando lo hace, va con una sudadera
con el nombre de nuestra ciudad, Mullingar, y unos pantalones cortos,
de tela vaquera y con unos cuantos “rotos”. Lleva dos trenzas que
le llegan hasta en pecho más o menos, su pelo no puede ser más
negro y no hay un verde más oscuro para sus ojos. Intento ser
simpático y me obligo a sonreír.
-Pasa.- se aparta con tranquilidad.
-Bonita casa.- digo sincero repasando
toda la decoración del salón.
-Gracias.- parece nerviosa pero más
bien es… pasota.
Llevamos ya una hora con el aburrido
trabajo que nos mando la señora Stynson. Mientras toqueteo todas las
teclas del portátil ella está leyendo información de una
enciclopedia. Me dice los datos importantes del autor que nos ha
tocado y una especie de golpe nos saca de nuestra mente.
-Mierda, Niall, ¿qué hora es?.-
gruñe.
-Pues las 10 y media.
-Mierda, tenía que estar a las 10,
joder.- echa a correr escaleras arriba gritando, “no te muevas de
aquí”, pero nunca he aceptado demasiadas ordenes de nadie y menos
de ella.
Tan sólo estábamos unidos por ese
trabajo, en el instituto nada cambiaba. Era completamente
insoportable y ni yo ni ninguno de mis amigos la tragaba, no por el
tema del dinero, pues desde luego tengo amigos que son de este barrio
o algunos parecidos, pero ella era… uf. Inaguantable.
Me levanté de allí y la seguí,
escuché su voz más un llanto en uno de los cuartos y sin pensarlo
demasiado entré.
-¿Es qué estas sordo?, ¡fuera!.-
gritó.
-Tenemos que terminar el trabajo.
-¿No ves que no puedo?.- Ella se giró
y me mostró a un niño pequeño acurrucado entre sus brazos. Se
enderezó cómo pudo, parecía que ese pequeño fuera un secreto que
no quisiera contarle a nadie.
Todos tenemos secretos que no queremos
contar a nadie.
-Ya, pero a mi me importa el trabajo.-
me estaba acercando a ella.
-Ni te arrimes gusano, no le gustan las
visitas y menos las de los niños pijos de la zona central.
-Relájate bruja, gritando seguro que
sólo le haces llorar más, tu voz es como rascar una tiza nueva en
la pizarra.
-Suicídate, que es gratis.- dice
soltando una mano e intentando empujarme poniéndomela en la barriga.
Casi chillo de dolor.- O mejor, intoxícate con el tinte amarillo de
tu pelo.- dice apretando más al chico y haciéndome un gesto con la
cabeza.- ya terminaremos el trabajo. ¡Vete!.
Y me fui, ella estaba al borde de
cruzarme la cara o de echarse a llorar por al parecer haber
descubierto su pequeño secreto, por dios, si tan sólo era un niño
pequeño. ¿Qué pasaba?, ¿tener hermanos no era de humanos?
Llego a mi casa y dejó las cosas, mi
madre está en su cama con nuestro perrito recostado sobre sus
piernas y le acaricia de vez en cuando. Me alegro de que aún mi
padre no haya llegado de sus juergas. Pues así, si se le ocurre
hacer la misma atrocidad que la noche anterior podre volver a
proteger a mamá.
En mi cuarto me desnudo para ponerme el
pijama, pero antes de ponerme la camiseta me paro frente al gran
espejo de mi cuarto. La marca de la mano de mi padre está impresa en
mi abdomen. Al poner mi mano sobre la herida me escuece, pero
recuerdo la mano de (____) en su casa. También dolió, pero de una
manera u otra era más llevadero.

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